Escrito por la Intersindical Cántabra firmado por Luis Alberto González Villarías, Francisco J. Ceballos Gancedo y José María Gruber Gamechogoicoechea
{xtypo_dropcap}E{/xtypo_dropcap}ste 1 de Mayo de 2010 podría pasar a la historia como uno de los más negros de los últimos 25 años para los trabajadores y trabajadoras de Cantabria. Pero lo alarmante es que ese record puede ser superado en los próximos meses (y quizás años). No basta con que el desempleo en España supere ya el 20%, que en Cantabria haya más de 44.000 parados, que en Torrelavega más de 5.000 trabajadores y trabajadoras que necesitan trabajar para vivir se hayan quedado sin empleo.
Estas cifras pueden ser peores aún, en un futuro cercano. Y, si miramos el paro por dentro, estas cifras globales pueden ser aún más dramáticas. El 30% de los parados no cobra ninguna prestación. El 40% de todos los parados tiene menos de 25 años y una cuarta parte más de 45 años, lo que supone que éstos son trabajadores que difícilmente van a encontrar trabajo y que muchos llevan en situación de desempleo más de un año. Y, en todos los grupos que se puedan establecer entre los parados, las mujeres son mayoría.
En el otro extremo se encuentran los ricos, quienes en los dos últimos años de crisis han visto aumentar su riqueza en un 30%. Los bancos siguen declarando beneficios milmillonarios, aprovechando las ayudas que les hemos dado todos los contribuyentes, por medio de los gobiernos. El Banco Santander obtuvo, el pasado año, 8.943 millones de euros de beneficio. Y los empresarios, que reclaman rebajas en los costes salariales, no dudan en gastarse el dinero en despidos improcedentes más caros con tal de reducir sus plantillas. Para eso sí tienen dinero. Y, en medio, los trabajadores y trabajadoras que aún conservan empleo y que empiezan a sentir en sus propias carnes la amenaza del despido, porque, cada vez, quedan menos eventuales por despedir. De nada les servirá plantearse renunciar a mejoras salariales y otros derechos cuando ven que compañeros de otras empresas lo han hecho y, sin embargo, no han conseguido, con ello, parar la política de despidos de sus empresarios. Importantes empresas de la Comarca del Besaya, como Brigstone, Haulotte, Papelera no han terminado de superar sus crisis, cuando otras, a la chita callando y aprovechando la riada, se han lanzado con descaro a despedir trabajadores, no dejando fuera de la lista ni siquiera a miembros de comités de empresa. Insago y Froxá son dos ejemplos.
Y nos anuncian una nueva “reforma” laboral cuando tenemos comprobado que las anteriores, que se nos prometían como necesarias para crear empleo, sólo han traído precariedad y pérdida de derechos. A día de hoy, siempre que se nos habla de reformas o cambios hay que entenderlo en términos de retrocesos y no de progreso, creando en nosotros, quienes con nuestro trabajo somos los únicos que producimos progreso en la sociedad, la contradicción de tener que rechazar y temer los discursos de quienes nos hablan de futuro, de progreso y de cambio. La desigualdad, a todos los niveles aumenta. Las 500 personas más ricas del mundo superan en ingresos a los 410 millones de personas más pobres. El 10% de la población mundial posee el 70% de la riqueza total, mientras que más del 40% vive en la pobreza. En Cantabria, más del 20% de la población, más de 100.000 personas, viven oficialmente en situación de pobreza. En España y en Cantabria, en estos años del gobierno socialista de Zapatero, la participación de los trabajadores en la distribución de la riqueza total ha disminuido más que con los gobiernos de Aznar, en que ya era importante. Y todo ello en beneficio de los empresarios. Y la historia de todo este desastre no va a terminar aquí. Los capitalistas se pelean entre ellos hasta tal punto que son capaces de cerrar las empresas de otros, o arruinarlas para comprarlas ellos por cuatro perras e, incluso, de poner en peligro la estabilidad económica de todo un país si sirve a sus intereses. Dicen que un fascista es un capitalista asustado.
Y hoy también hay capitalistas asustados, muchos pequeños empresarios y autónomos agobiados porque ven en peligro su situación personal y la de sus familias ante los desmanes y la irresponsabilidad de quienes dominan y controlan el sistema. Y, por ello, la posibilidad de que el fascismo aumente es algo real. En realidad, el fascismo no volverá, porque no se ha ido, y muestra de ello son las continuas manifestaciones, por distintos motivos, a que estamos acostumbrados, en los últimos años y, en especial, ahora, con la cuestión de la memoria histórica. Está claro que el capitalismo no es capaz de evitar sus crisis. Está claro que su historia reciente viene demostrando que cada vez es más incapaz de solucionar los problemas de superviviencia de la mayoría de la población.
Cada vez hay más gente que se pregunta que, si esto es así, por qué lo mantenemos entre todos. Ha degenerado tanto que, quienes son sus más fervientes defensores, hablan de que es necesario “refundarlo”, como si las causas de sus crisis fuesen ajenas, pasajeras, y se produjeran por la inconsciencia y ambición desmedida de unos pocos, por “algunos fallos” en la aplicación de sus leyes económicas o por la inesperada aparición de desastres naturales, y no por la misma naturaleza del sistema. Mientras el motor de la economía sea única y principalmente la búsqueda del mayor beneficio individual, las crisis serán más o menos graves, serán periódicas, más o menos frecuentes, pero inevitables. Y las crisis las pagaremos los de siempre.
Y se beneficiarán de ella también los de siempre. Porque el capitalismo no es algo abstracto, impersonal, no es “laNaturaleza”, sus leyes no son inmutables. El capitalismo lo son los empresarios, con nombres y apellidos, las multinacionales, las instituciones financieras, la Iglesia, los medios de comunicación, los gobiernos, la clase política, los estados.
Todos ellos pretenden, por todos los medios, democráticos o no democráticos, físicos e ideológicos, que nada cambie, para que no cambie su situación privilegiada, para que no corran peligro sus intereses. Todavía hay ingenuos que creen que el capitalismo cavará su propia tumba y acabará cayendo por sí solo. Quienes pensamos que si no lo empujamos no va a caer, debemos recordar aquélla sentencia: “no luchemos separados para no ser vencidos juntos”.
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