Torrelavega necesita una revolución
Escrito por Ildefonso Calderón Ciriza, portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Torrelavega
{xtypo_dropcap}L{/xtypo_dropcap}a crisis económica ha pillado a nuestra querida ciudad con los deberes sin hacer. La legislatura durmiente PSOE-PRC de los años 2003-2007 es la principal responsable de nuestra vulnerabilidad actual. Pero de poco sirve lamentarse ahora. Una vez constatado que se perdieron cuatro años preciosos de gran crecimiento, en los que hubiera tenido que ponerse en marcha una gran transformación de Torrelavega (vea el lector, por favor, mi análisis en la opinión publicada en esta web recientemente), lo que procede es tomar nota de la situación. Ahora la transformación es a la vez más urgente y más difícil. Más urgente, porque la crisis nos demanda soluciones creadoras de riqueza, empleo y futuro. Más difícil, porque las administraciones, en crisis fiscal, y las empresas, impactadas por la debilidad del mercado, tendrán mayores problemas para financiar los proyectos transformadores.
El anterior modelo de desarrollo de nuestra ciudad da síntomas de agotamiento. La industria clásica sigue ahí, tenemos que apoyarla y es importante; pero hemos sido muy poco capaces de generar industria innovadora, tecnológica o de otro tipo. El comercio minorista, que se fundaba en la centralidad logística de Torrelavega para media Cantabria, está padeciendo la competencia creciente de otras zonas, cuya oferta comercial es accesible por el progreso de las autovías en la última década. El gran atractivo torrelaveguense como capital ganadera del Norte se ha visto también tocado por la reducción del número de productores y por las nuevas fórmulas de comercialización ganadera. En cuanto a servicios públicos, como transporte o sanidad, la desaparición de las clínicas del casco urbano y las desventuras de la Estación de Autobuses han sido factores sin contribución positiva a la economía local. En cuanto a los servicios privados, como los profesionales o el turismo, siguen siendo importantes para Torrelavega, pero claramente sin un concepto de salto adelante.
Todas estas eran señas de identidad socioeconómica (cuadros y trabajadores de gran industria, pequeños contratistas, pequeño comercio, profesionales sanitarios, del derecho o de gestión económico-financiera), a las que se añadía la vitalidad de Torrelavega en la educación, las artes y los deportes, y asimismo en la preservación de las tradiciones (las corales, los bolos, el folklore en general).
Todo esto se encuentra inmerso en un profundo cambio, y la única cuestión de fondo que merece la pena debatir es si Torrelavega va a ser sujeto paciente de los vaivenes del modelo económico y social, o si puede forjar un proyecto propio de ciudad con el que pueda dominar su destino de forma consciente. La crisis debiera ser un estímulo para afrontar de una vez por todas el reto de la transformación. Ya se sabe que cada actuación concreta tendrá sus condicionantes y su calendario, pero lo que no podemos permitirnos es acudir al futuro sin una imagen movilizadora e ilusionante. Bien está la nostalgia –y yo la siento como hijo de Torrelavega-, pero necesitamos empresa colectiva, horizonte. Por armar un poco de ruido y para que se despierten los que dormitan: Torrelavega necesita una revolución.
¿Qué significa esto? Significa, en primer lugar, una revolución mental. Es penoso observar el predominio abusivo de los prejuicios ideológicos en Torrelavega. Esos prejuicios ahogan el potencial de racionalidad con el que tendríamos que diseñar la nueva Torrelavega del siglo XXI. Y a veces es peor que las rancias ideologías: se cae directamente en el personalismo y el caudillismo, con episodios de clientelismo y sumisión que causan vergüenza ajena, y le hacen a uno preguntarse si realmente vivimos en una sociedad de personas libres o en nuevas versiones del ‘¡Vivan las caenas!’, que gritaban los que en el carruaje de Fernando VII ocuparon voluntariamente el lugar de los animales de tiro. Por tanto, necesitamos una liberación de los espíritus, para que tiren por la ventana esos fantasmas absurdos y se sitúen en el lugar principal: “Somos torrelaveguenses, queremos que nuestra ciudad progrese y resplandezca, ¿cuál es el horizonte y cuál es camino?” Y con ese horizonte renovar las energías de Torrelavega.
En segundo lugar, hace falta una revolución de la gestión. Hacer una piscina, una pista de tenis, una rotonda, un parque, una escuela universitaria, un polígono industrial o una estación de autobuses no puede convertirse en una tortura malaya que se arrastra dos y hasta tres legislaturas. Hay que trabajar con objetivos y calendarios, con un ritmo mucho mayor y con un criterio de calidad en las Administraciones. Y cuando se impone ese alto ritmo, casi con naturalidad surge también la parte de gestión que consiste en la reivindicación y seguimiento de actuaciones de otras Administraciones, como la autonómica y la central. Si pedimos por unanimidad pediatría y partos en Sierrallana, y el Gobierno de Revilla dice que nones, como ha dicho, algo habrá que hacer en vez de cruzarse de brazos. Si el Gobierno central nos da largas y más largas en el soterramiento de FEVE, algo habrá que hacer aparte de estirar la agenda para más reuniones dentro de más meses. Quiero decir: esta revolución de la gestión tiene que venir de la revolución de la mentalidad.
Nosotros nos venimos comportando como una oposición constructiva. “Los ciudadanos habéis votado PSOE”, decimos, “pues bien, intentaremos aportar lo que podamos a través de la negociación, sin abdicar de nuestra tarea democrática de control y crítica”. Pero el ciudadano tiene que darse cuenta de que esto no basta, y que tampoco bastaría si nos pusiéramos las urnas por montera para pactar con el PRC y desbancar al PSOE. No serviría absolutamente de nada si el cambio no surge de la convicción radical de los torrelaveguenses de que tienen que abrir una nueva etapa en la historia de la ciudad. El quítate-tú-que-me-pongo-yo satisfaría vanidades y ambiciones personales, pero no solucionaría nuestro gran problema colectivo.
Me gustaría que este artículo, y otras declaraciones que vengo haciendo desde que entré en la vida pública hace ya casi tres años, ayudasen a movilizar las conciencias de Torrelavega. Porque esto es lo más necesario.
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