Las esculturas y nuestra ciudad
Escrito por Gustavo Merino, miembro del grupo de opinión Quercus
{xtypo_dropcap}S{/xtypo_dropcap}i la ciudad de Chicago hubiera resultado elegida como sede para la Olimpiada 2016, el Presidente Obama mostraría con orgullo a la humanidad el entramado urbanístico de la ciudad más cinematográfica del mundo, sus parques, museos, universidades, su lago Míchigan, y, por supuesto, el monumento actualmente más popular del que disfrutan todos sus habitantes: la Fuente Crown (Búsquenla en Internet). Su autor, Jaume Plensa.
Hace pocos días en las páginas de El Diario Montañés un santanderino de pro, D. José Mª Cubría Mirapeix, Presidente de la Federación “Acanto”, tan vinculada por objetivos comunes a aspectos patrimoniales, culturales, arquitectónicos, artísticos o naturales, ensalzaba la estética de la precitada fuente, situada en el Millenium Park, de la “second city” estadounidense, soñando que una escultura semejante pudiera ubicarse en la remodelada Plaza del Ayuntamiento de Santander. Ojala así fuera para deleite de todos.
Comparto el buen gusto del Sr. Cubría, y, probablemente, ambos admiremos en común a los franceses por su querencia y respeto con lo público. Hace años pude departir con algunos miembros de la actual corporación del Ayuntamiento de Torrelavega un paseo nocturno por la ciudad hermana de Rocheford. Se celebraba “la Noche del Patrimonio” y admiramos junto a nuestros vecinos comunitarios la veneración y el respeto con que exhibían sus pertenencias públicas, constatando su sentimiento por las mismas. El chauvinismo desde allí, lejos de resultar una falacia cercana a la paranoia, se tornó en pura envidia, lo reconozco.
Considero que enorgullecerse de lo bien hecho, de lo que nos representa, de lo que acaba sintiéndose como propio…, aunque lo haga nuestro adversario político, no es malo. Creo, incluso, que debería ser obligado para quien representa a parte de la sociedad reconocer los aciertos de quien atinó con sus decisiones, propuestas o resultados, en beneficio de la mayoría de los ciudadanos. Presumo que al Alcalde Sr. Portilla se le recordará por muchas cosas, entre otras, por el tejido de instalaciones deportivas que dejó en nuestra ciudad. Ahí están desde entonces y permanecerán dando servicio durante mucho tiempo. Fuimos, entonces, ejemplo a copiar por ciudades más importantes que la nuestra. Los estándares en tales infraestructuras superaron la media de lo políticamente establecido. Nos pusimos a la cabeza de lo ejemplar en ese ámbito y, así las cosas, todos salimos ganando en el amito de sus prestaciones. Pienso que el Alcalde Sr. López-Marcano será recordado por venideras generaciones por haber apostado con valentía en la creación de un museo escultórico de arte contemporáneo de primer orden, diseminado a lo largo del paseo urbano que más utilizan nuestros conciudadanos torrelaveguenses.
En nuestras calles, al igual que en Jerusalén, Tokio, Toronto, o en la BBC, de Londres, hay expuesta obra del citado artista Plensa. En Nueva Ciudad, al igual que en el Guggenheim de Nueva York, el Centro Pompidou de París o el Museo Reina Sofía, hay obra permanente del último de los integrantes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; junto a los aguerridos mineros de nuestro paisano Jesús González de la Vega, se expone una obra de un Premio Nacional de Artes Plásticas que acaba de adornar en Madrid para su “Noche Blanca 2009” el edificio de Telefónica, en la Gran Vía. ¿La importancia de los autores que se exhiben por nuestra ciudad resulta conocida por nuestros escolares? ¿Se difunde la importancia de la obra escultórica desde las instituciones locales? ¿Se considera desde nuestro Ayuntamiento importante esta cuestión? ¿Qué la existencia de citadas instalaciones no haya sido diseño del actual programa político del partido gobernante le permite obviar su mantenimiento, según parece? Desde luego nuestro moderno patrimonio artístico no resta en ningún caso entidad a los valores intrínsecos de la ciudad. Todo lo contrario, según mi opinión. Se puede cuestionar el conjunto escultórico adquirido hace ya una década; podrá, evidentemente, no ser del gusto estético de todos. Claro. Son creaciones artísticas, como también lo son las obras de los esforzados y talentosos alumnos de nuestra admirada Escuela de Artes, pero si se profundizase en el estudio de sus autores concluirían conmigo que su elección fue acertada. Valorados artistas locales y distinguidos foráneos compartiendo espacio público local. La inversión para su adquisición, desde otra óptica de la cuestión, bien podría capitalizarse con un mínimo de interés por parte de los regentes locales, y no me refiero únicamente al alcance educativo que el arte puede desplegar en la calle para cualquier paseante.
Quiero poner en valor lo que ya es nuestro, lo que nos debería de significar y por lo que deberíamos también ser sanamente admirados. Nosotros, los que residimos aquí y nos importa la conservación de lo público, lo que todos compartimos, tenemos que reivindicar con ahínco que “Mi Casita en Torrelavega” -¡qué mal emplazada está!- permanezca tan cuidada y limpia como queremos que lo esté la nuestra propia, y no sucia y apagada como se encuentra en la actualidad; que los neones de la obra de Chema Alvargonzalez, relumbren en su entorno como se merecen la propia escultura y los residentes del Barrio de Covadonga, sus vecinos más próximos, y no con la indolencia con que se mantiene desde hace varios años; que el gran bloque de granito negro de Zimbawe, junto a la Fábrica de Alvarez, permanezca húmedo en su piel para que brille en su rotundidad en cualquier momento del día o de la noche, y no yermo, seco y triste; que las placas de acero pulido, creación de José Pedro Croft, no sirvan para cuatro gandules las garabateen con sus firmas, como con frecuencia sucede; que en las piedras de Schooler no se adhieran pegatinas … Elevemos nuestro tono emocional como harían americanos o franceses con lo suyo. Presumamos y conservemos. Exijamos y no nos resignemos. Quiero protestar por lo que me disgusta.
No será posible que nuestro gobierno local por sí sólo palie el paro en estos convulsos momentos de crisis, o consiga por sí mismo soterrar las vías de FEVE. Nadie lo pretende, aunque sí que por conseguirlo peleen sin denuedo los concejales y la representante municipal. Todos entendemos lo limitado del poder local, pero, por favor, no caigamos en la dejadez, en la inercia o el desdén apático al que parece se nos quiere acostumbrar. Diligencia, esfuerzo posible y trabajo frente a la indolencia y la comodidad que da la seguridad en el poder cada cuatrienio.
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