{xtypo_dropcap}L{/xtypo_dropcap}os ciudadanos, hartos del pasotismo, expresan de forma pacífica en las calles su indignación y sus ganas de cambiar las cosas.
Torrelavega es un hervidero de reivindicaciones que, muy lejos del concepto «crispación» tal como el presidente cántabro Ignacio Diego dijo y reafirmó semanas atrás, se canalizan con paz.
Las calles de Torrelavega se ven, día sí y día también, tomadas por una pacífica ola de indignación, como reflejo de una ciudad con miles de parados muchos de los cuales ya no reciben ninguna prestación.
En esta situación, las actitudes políticas deben medirse con mucha exactitud. No es válido el pasotismo, que en otras épocas fue una estrategia válida porque los problemas no eran tan evidentes. Tampoco es válida la represión y la censura. Lo único que vale es la valentía, incluso si es necesario romper la cancerígena «disciplina de partido», para llevar a cabo las cosas que verdaderamente necesita la ciudad, siglas aparte.
La indignación no se calma con consignas, se calma con empleo y con actos de realidad y coherencia.
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