Humo

{xtypo_dropcap}L{/xtypo_dropcap}os políticos son expertos en rudimentarias técnicas de publicidad y marketing. Ellos, o sus asesores, saben que disponen permanentemente de varias herramientas clásicas cuyo efecto en la población consideran evidente. Antes de que una ley pusiera coto al afán inaugurador de obras durante las campañas electorales, era habitual ver fotos y más fotos de alcaldes inaugurando nuevas instalaciones, justo antes de la fecha de unas elecciones. Siempre por casualidad, por supuesto, no vayamos a pensar mal.

 

Ahora, otra de las herramientas más utilizadas es el anuncio de grandes proyectos a años vista, fiando a muy largo plazo la promesa. Sin embargo, en la situación de crisis sin precedente actual, estos anuncios no pasan desapercibidos y buena parte de la población los recibe con desconfianza.

 

El humo, que en las películas del Oeste se avistaba desde las montañas, ahora los ciudadanos de a pie lo captan enseguida, indignados como están por su agónica situación personal, mientras políticos y banqueros siguen viviendo a lo grande. La hipersensibilidad del ciudadano medio es comprensible, mientras a las clases medias y bajas se les aprietan las tuercas ahogando a las economías familiares hasta la extenuación, la casta política y la casta financiera siguen viviendo por encima de sus posibilidades.

 

En esta situación, es comprensible que los grandilocuentes anuncios de colosales inversiones con fecha de varios años después -cuando nadie se acuerde ya de la promesa- pillen a la población mirando el humo que nace entre las colinas y desconfiando, como los indios, del hombre blanco con quien no fumarán nunca la pipa de la Paz.