Por Ildefonso Calderón Ciriza, Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Torrelavega y Diputado en el Parlamento de Cantabria
n los años 60 del siglo pasado, Torrelavega era popularmente conocida como ‘la ciudad del dólar’. Su pujante industria, su papel central para el comercio y la transformación ganadera, y sus servicios de comercio minorista y saberes profesionales (la medicina, por ejemplo) propiciaron un crecimiento histórico. No dejaron de señalarse entonces algunos problemas estructurales importantes. En primer lugar, de pérdida de la calidad del entorno, debido a la contaminación de las aguas y del aire. En segundo lugar, de baja calidad en la trama urbana, por el apresurado desarrollo de barrios y pueblos para alojar a todas las personas que trabajaban en las fábricas. Ese modelo, en mi opinión, hace tiempo que ha llegado a un punto de estancamiento, con algunas soluciones parciales que no acaban de convertirse en la necesaria metamorfosis. Tenemos que convertirnos ahora en ‘la ciudad del euro’, pero necesitamos más planificación, más diálogo político y social y una mayor capacidad de gestión. Desde el advenimiento del régimen democrático, las corporaciones han estado dirigidas, salvo un pequeño paréntesis, por el Partido Socialista. Por tanto, Torrelavega es una ciudad donde los socialistas han podido demostrar con un plazo de tiempo muy generoso su capacidad para cambiar el modelo y proporcionar un nuevo horizonte a los vecinos. Después de tres décadas, es evidente que no han conseguido ese tránsito de ciudad del dólar a ciudad del euro, ni siquiera con el constante apoyo -salvo en el citado paréntesis- de los regionalistas. Parece que para lograr el éxito colectivo habría que ampliar la mentalidad y escuchar a sectores que hasta ahora han realizado sus aportaciones sólo en el pequeño margen que se les ha dejado.
En efecto, es tiempo de nuevas ideas y nuevas fórmulas. El potencial de Torrelavega en sectores como la educación superior, la tecnología, los centros de negocios y el turismo permanece totalmente inexplorado. La necesaria solución de los estrangulamientos territoriales en el centro de la ciudad (FEVE), en La Inmobiliaria, en Mies de Vega y en la zona del Ferial exige liderazgos y consensos que, infortunadamente, se hacen esperar demasiado.
Desde el Partido Popular, ejerciendo una oposición dialogante y constructiva, hemos querido llamar la atención sobre todas estas necesidades evidentes de Torrelavega. No hemos dudado en señalar errores como construir el nuevo edificio de Juzgados en la Avenida de España, que reclamaba otros usos menos oficiales y menos presionantes de tráfico y aparcamiento; o como el empeño en que se construya una estación de autobuses en La Carmencita, que colapsará la rotonda de entrada a la ciudad en el donuts de La Inmobiliaria y además no tendrá intercambiador directo con el ferrocarril de FEVE -hace poco presumían nuestras autoridades de que Unquera sí tendrá estación intermodal, pero en Torrelavega han renunciado a ello-. Gracias a nuestra insistencia, se va a poner en marcha el servicio municipal de autobuses en 2011, un hecho muy importante para reducir contaminación y mover gente hacia los comercios sin el lastre de la falta de aparcamientos. También hemos conseguido que no se olvidaran proyectos como el soterramiento de FEVE. Pero ser oposición constructiva es muy diferente de gobernar: puedes influir, pero no decidir. Hemos pactado presupuestos municipales y las inversiones de los dos Planes E, que han servido para mejorar muchos paisajes urbanos.
De modo que no nos arrepentimos de haber optado por actitudes constructivas y generosas, pero es evidente que, si nosotros gobernáramos, la planificación estaría mucho más clara y la gestión sería mucho más ágil. Torrelavega, en medio de la actual crisis, no puede permitirse actuaciones aisladas, a ráfagas y poco meditadas, que se agotan en sí mismas. Tenemos que aprender de la experiencia de otras ciudades industriales que se han transformado y han sido capaces de reinventar su futuro. Esas ciudades, que también fueron del dólar, ahora son ciudades del euro, y siguen generando riqueza y empleo. No las tenemos tan lejos, y deberíamos aprender de su método. El nuestro, claramente, es anárquico y deja mucho que desear.
Mi compromiso es trabajar por un cambio profundo de la mentalidad torrelaveguense, para que se dé cuenta de que la única manera de preservar nuestros grandes valores sociales del pasado es ser capaces de diseñar un futuro a la altura de nuestro tiempo. Mientras se vote a la izquierda sólo emocionalmente, o al regionalismo por favores prestados, Torrelavega seguirá siendo llevada y traída por las corrientes sin fijar nunca un rumbo propio, refugiada evasivamente en la nostalgia de cuando no era así. El cambio es posible, pero hay que tomar la decisión de cambiar.
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